martes, 2 de noviembre de 2021

LA LEYENDA DE LOS ÓRGANOS DE MONTORO EN TERUEL

 LEYENDA DE LOS ORGANOS DE MONTORO (TERUEL)

Hace muchos años, vivía en Montoro, bien asentada, la familia Romanz que compartía su poder y sus haciendas con la familia Villariaga.
El Señor Arturo de Romanz tenía una dulce y bella hija que se llamaba Guadax, por otra parte, como no podía ser de otra manera, el Señor Marcial de Villariaga tenía un hijo, Silvano, algo mayor que Guadax.
Guadax era todo ternura, sus grandes ojos de color de miel expresaban toda la dulzura que en ella había; se emocionaba con los cantos de los pájaros, con los amaneceres, los atardeceres o con cualquier muestra de vida. Y sufría con el dolor ajeno, con las injusticias o con cualquier muestra de maldad.
Silvano en cambio era un hombre cruel y perverso que disfrutaba imponiendo y abusando del poder que su familia tenía.
Guadax disfrutaba con la música, Silvano con el ruido de las espadas en la guerra.
Le gustaba a la chica caminar hasta el Molino de las Herrerías donde vivía el molinero, Martín, un hombre sencillo, bueno y honesto, que poseía una dulzaina y cada vez que llegaba Guadax la hacía sonar aguas debajo de su molino, donde en algunas ocasiones se les hacía casi de noche. Ni que decir tenemos que Martín amaba profundamente y en silencio a esa muchacha dulce y sensible.
Desafortunadamente Guadax fue creciendo y se volvió la mujer más bella de aquel territorio, Silvano, un ser egoísta y envidioso, quería a Guadax por esposa, necesitaba no solamente ser temido por su maldad, sino que también envidiado por tener la más bella mujer de todas las tierras.
Una noche el Señor Arturo de Romanz llamó a su hija al gran salón de la casa y le anunció que había pactado con la familia Villariaga que sus haciendas se unirían por la unión matrimonial que iba a contraer con Silvano.
De nada sirvieron las suplicas que la pobre Guadax imploró a su padre, de nada sirvió todas las lágrimas que derramaron sus ojos, de nada sirvió las amenazas de quitarse la vida si seguía adelante con esa espantosa proposición. Su padre estaba decidido y nada podría hacerle cambiar de opinión, Guadax sabía con seguridad que aquella atrocidad se iba a cumplir, así que asumió amargamente su decisión y se retiró a sus aposentos a dormir.
Después de varias horas en las que no podía dormir decidió darle un giro a su vida, así que se deslizó silenciosamente por la ventana de su habitación y emprendió el camino del río que le llevaría al molino de las Herrerías. Bien entrada la madrugada llegó al molino y golpeó casi sin fuerzas la puerta; al cabo de unos segundos interminables Martín descorrió el pestillo de su casa con un tedero en la mano y encontró a la mujer de su vida, derrumbada sobre el suelo de la entrada. Su corazón se agitó de angustia pues sabía que algo horrible le había sucedido, la cogió entre sus brazos y la tumbó sobre una manta en el suelo junto a la chimenea que aún estaba encendida, le preparo un poleo bien caliente y la observó sin decir una sola palabra.
Cuando Guadax recuperó un poco las fuerzas, comenzó a contarle lo que le había sucedido y que es lo que quería de él. Martín en ese momento deseo no haber nacido. ¿Cómo podría llevar a cabo aquella terrible petición?, pero al mismo tiempo sabía que era la única salvación que su amada tenía.
Después de varios minutos de silencio sepulcral, Martín se fue a su habitación, cogió su dulzaina, una manta, el cuchillo de la cocina y cogió con dulzura la mano de Guadax. Salieron del molino sin cerrar la puerta.
La luna estaba llena e iluminaba el camino a “su lugar mágico”, los dos caminaban juntos cogidos de la mano, en silencio, destrozados.
Cuando ya se encontraban en el lugar en el que tantas veces habían sido felices… hablando, escuchado la música o simplemente mirándose; se sentaron uno al lado del otro, se besaron con un dulce y largo beso, Martín sacó el cuchillo de cocina y con las lágrimas ahogándole el pecho lo clavó en el corazón de Guadax que murió con una sonrisa entre sus brazos.
La tapo con la manta y espero, tocando la dulzaina para su amada, a que llegaran las dos familias que habían destrozado su vida. Miraba a su alrededor y como en los buenos tiempos los lobos escuchaban cerca de él la sinfonía.
Era ya medio día cuando se presentaron las familias Romanz y Villariaga, Martín no dejó de tocar, el Señor Arturo de Romanz no daba crédito a lo que sus ojos veían y lloró amargamente por la sentencia de muerte que había dictado sobre su hija; mientras Silvano de Villariaga cegado por la ira de no poder tener a la mujer más bella de todas las tierras, desenfundó rápidamente su espada y de un solo golpe seccionó la cabeza del cuerpo de Martín.
Hubo un silencio sobrecogedor en todo el valle y ante el asombro de todos el cuerpo de Guadax fue convirtiéndose en líquido hasta llegar al río donde se convirtió en agua y aumento el caudal, mientras que el cuerpo de Martín con su dulzaina en la mano se transformó en roca que creció y creció hasta hacerse montaña. Los lobos bajaron de inmediato a beber agua del río y los tres hombres corrieron despavoridos.
Desde aquel momento la montaña que un día fue Martín, hoy conocida por Los Órganos, en las noches de luna llena suena la melodía que le tocaba a su amada y el río se llamo Guadalope en memoria a Guadax y porque los lobos (lope) bajaban a beber. “El Río de los Lobos”






De Tomás Fuster Miguel

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